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Información para epacientes de cáncer de mama

Historia cancer

El tratamiento del cáncer de mama ha recorrido un largo camino desde sus inicios, pasando de enfoques rudimentarios y genéricos a avanzadas terapias personalizadas guiadas por el análisis genético. Esta evolución ha mejorado significativamente las tasas de supervivencia y la calidad de vida de las pacientes.

A principios del siglo XX, el tratamiento del cáncer de mama se basaba principalmente en una cirugía de mastectomía radical, desarrollada por William Stewart Halsted en 1882. Este método implicaba la extirpación completa del seno, músculos pectorales y ganglios linfáticos axilares, buscando eliminar el cáncer de manera agresiva. Aunque este enfoque a menudo resultaba en desfiguración y problemas funcionales, fue el tratamiento dominante hasta mediados del siglo XX.

A lo largo del siglo XX, se desarrollaron técnicas menos invasivas como la mastectomía radical modificada (década de los 50), la cirugía conservadora del seno (lumpectomía) y la biopsia del ganglio centinela, que mantuvieron la efectividad oncológica con menor morbilidad. En el siglo XXI, la cirugía se ha vuelto más personalizada, con opciones de reconstrucción inmediata y técnicas avanzadas que mejoran tanto los resultados estéticos como la calidad de vida de las pacientes.

La radioterapia se introdujo en la década de los años 20 del siglo pasado como tratamiento del cáncer. La radioterapia se utilizaba después de la cirugía para destruir cualquier célula cancerosa remanente y reducir el riesgo de recurrencia. A pesar de su efectividad, la radioterapia también presentaba efectos secundarios significativos, como daños en la piel y tejidos circundantes.

Los avances en radioterapia para el cáncer de mama han mejorado la precisión y seguridad del tratamiento, comenzando con la radioterapia conformada tridimensional (3D-CRT) y la radioterapia de intensidad modulada (IMRT), que permiten ajustar las dosis de radiación para minimizar daños a tejidos sanos. La radioterapia hipofraccionada y la radioterapia parcial de mama han reducido el número de sesiones y la exposición innecesaria, mientras que la radioterapia guiada por imágenes (IGRT) y la radioterapia estereotáctica han aumentado la precisión en tiempo real. Además, la radioterapia con protones y la radioterapia intraoperatoria (IORT) ofrecen tratamientos aún más dirigidos y menos invasivos, mejorando los resultados y la calidad de vida de las pacientes.

La quimioterapia como tratamiento para el cáncer comenzó en la década de 1940, inspirada por la observación de los efectos del gas mostaza en los glóbulos blancos. En las décadas siguientes, se desarrollaron los primeros fármacos quimioterapéuticos, como la ciclofosfamida, el metotrexato y el 5-fluorouracilo (5-FU), que se utilizaron en diversas combinaciones para tratar el cáncer de mama. La quimioterapia adyuvante empezó a aplicarse después de la cirugía para reducir el riesgo de recurrencia.

En la década de 1970, los regímenes combinados como CMF (ciclofosfamida, metotrexato, 5-FU) se convirtieron en el estándar de tratamiento, mejorando las tasas de supervivencia. En la década de 1980, la introducción de las antraciclinas, especialmente la doxorrubicina, añadió una herramienta poderosa en la lucha contra el cáncer de mama. Estos medicamentos son derivados de compuestos naturales producidos por la bacteria Streptomyces y son conocidos por su potente capacidad para inhibir la proliferación de células cancerosas.

En la década de 1990, los taxanos (paclitaxel y docetaxel) se integraron en los tratamientos, mostrando gran efectividad, especialmente en cánceres avanzados. Estos fármacos son derivados de plantas y son conocidos por su capacidad para interferir en la división celular, lo que resulta en la muerte de las células cancerosas.

La introducción del tamoxifeno en los años 70 revolucionó el tratamiento para los cánceres de mama positivos para receptores hormonales, bloqueando los efectos del estrógeno, una hormona que puede promover el crecimiento tumoral .

A finales del siglo XX y principios del XXI, la investigación en oncología dio un giro significativo hacia la medicina de precisión. El análisis genético de los tumores permitió a los científicos comprender mejor las características moleculares del cáncer de mama, identificando subtipos específicos que responden de manera diferente a diversos tratamientos.

Uno de los hitos en esta evolución fue el descubrimiento del receptor 2 del factor de crecimiento epidérmico humano (HER2). Aproximadamente el 20% de los cánceres de mama sobreexpresan esta proteína, lo que se asocia con una forma más agresiva de la enfermedad. El desarrollo de trastuzumab (Herceptin) a finales de los 90 fue un avance crucial, ya que este anticuerpo monoclonal se dirige específicamente a HER2, mejorando dramáticamente las tasas de supervivencia en pacientes con cáncer de mama HER2 positivo.

El siglo XXI ha visto la introducción de nuevas terapias hormonales y dirigidas. Los inhibidores de la aromatasa (como anastrozol, letrozol y exemestano) se convirtieron en opciones clave para mujeres posmenopáusicas con cáncer de mama ER+. Estos medicamentos bloquean la producción de estrógenos fuera de los ovarios, reduciendo el crecimiento del tumor.

Además, se desarrollaron inhibidores de CDK4/6 (como palbociclib, ribociclib y abemaciclib), que en combinación con la hormonoterapia mejoraron significativamente la supervivencia libre de progresión en pacientes con cáncer de mama ER+ HER2-.

Más recientemente, las inmunoterapias, como los inhibidores de PD-1/PD-L1 (por ejemplo, pembrolizumab y atezolizumab), han mostrado promesa en el tratamiento de cáncer de mama triple negativo, un subtipo agresivo que no responde a las terapias hormonales o HER2 dirigidas.

Las biopsias líquidas, que analizan el ADN tumoral circulante en la sangre, están revolucionando la monitorización del cáncer de mama y la adaptación de los tratamientos, permitiendo un enfoque más dinámico y personalizado.

Pruebas genómicas como Oncotype DX, Mammaprint y PAM50 (Prosigna) se utilizan para evaluar el riesgo de recurrencia y guiar las decisiones sobre tratamientos. Estas pruebas analizan la expresión de genes relacionados con el crecimiento del cáncer y su respuesta a los tratamientos, permitiendo un enfoque más personalizado.

repasamos la lucha contra el cancer de mama